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DISCURSO DE DON TOMÁS URIBEECHEVARRIA, SOCIO DE HONOR DE PRÓSOPON
“Muchas gracias”. “Eskerrik asko”

Muchas gracias. Eskerrik asko. No podía ser otra mi primera palabra, porque es la que me sale de dentro, la que brota del corazón.  Gracias a Prósopon, Asociación de Festivales de Teatro Grecolatino,  por haberme hecho el gran honor de nombrarme Socio de Honor de la  Asociación. Gracias a Skené, Instituto Vasco de Teatro Clásico, por la inestimable deferencia que han tenido conmigo al proponerme para ese nombramiento. Y gracias a todos y a cada uno de los miembros de la Junta Directiva de Skené por el detalle de que se les pasara por la cabeza mi nombre para tal honor. Eso, emociona a cualquiera. 
Y no voy a hacer ninguna referencia a merecimientos, o a su falta. (Salvo el de agradecérselos a la presidenta de Skené por su benevolencia y por la amabilidad con que me los ha atribuido.) Pero jamás podría haberme imaginado que una institución tan notable como Prósopon, que promueve y difunde una actividad cultural de la raigambre histórica del teatro grecolatino clásico, fuera a concederme esta distinción.
Y qué bien suenan los nombres de los Institutos de la Asociación:  Baelo Claudia, Clunia Sulpicia, Itálica, Sagunto, Mérida, Caesaraugusta, Bilbilis, y Skené, sólo por citar algunos de los más evocadores. Precisamente en Sagunto, terminaron hace un mes el festival del presente año, organizado por Prósopon Sagunto dentro de los Ludi Saguntini, con la representación de una obra de Eurípides. Y las actividades de los Ludi Saguntini han reunido en torno a 10.000 jóvenes. Una maravilla, de tan increíble que se nos antoja en los tiempos actuales, mover a 10.000 jóvenes y hacerles disfrutar con la cultura clásica y, en concreto, con su teatro.
Aquí, en Bilbao, donde PRÓSOPON ha tenido la amabilidad de celebrar su décimo aniversario, el grupo Balbo, del Instituto Santo Domingo de Cádiz, ofreció, en abril, en seis sesiones, dos obras de Plauto -Epídicus y Rudens- y Antígona de Sófocles en el precioso Teatro Campos Elíseos. ¿No es acaso un hecho de sano e íntimo orgullo para Bilbao, y para cualquier ciudad o localidad, que se ofrezcan representaciones de teatro clásico a las que asisten tantas y tantos jóvenes?
Yo no sé hasta qué punto aprecia la sociedad la extraordinaria labor cultural que supone la preparación de estas obras en Institutos de Enseñanza Secundaria, y que se ofrezcan bien en la propia localidad, bien en otras ciudades, a veces tan alejadas como Bilbao de Cádiz en este mismo año. Así en tantos lugares de España, y son ya diecisiete las ediciones. Incluso dieciocho para el Instituto que las inició. No es necesario ponerse a pensar para darse cuenta de la dedicación y trabajo que supone para centros y profesores, y las dosis de entusiasmo y paciencia que son precisas para preparar tantas representaciones, y llegar a donde se ha llegado, y mantenerse con la vitalidad que ahora mismo tiene. Es una aportación notable a la formación de las y los jóvenes que intervienen en la preparación de esos espectáculos, y  el efecto sinérgico en el resto de estudiantes e incluso en el profesorado del centro participante. Y, por supuesto, en todos cuantos asisten a verlas y vivirlas, que cada año son diferentes, cada año son otros.
Esas representaciones son un acercamiento vivo, real, a las raíces de nuestra cultura europea y occidental. Aun ciñéndonos exclusivamente a la parcela del teatro, podemos decir que aquel teatro que alcanzó una madurez sorprendente, apenas ha cambiado en nada sustancial después de 2500 años. Los asuntos de las comedias se apoyaban, entonces como ahora, en figuras típicas populares y en problemas de la vida cotidiana, en los que el público se veía reflejado.
Los de la tragedias, con figuras míticas, sí, pero con  argumentos y personajes tan reales, tan humanos, que aun hoy siguen inspirando a escritores, músicos y artistas de toda índole. Electra, por ejemplo, la hermana de Orestes, que desempeña un importante papel en la Trilogía de Esquilo, y a la que Sófocles y Eurípides le dedicaron sendas obras cuyo personaje central es ella, ha inspirado  a muchos artistas, y por citar algunas obras que uno pueda conocer, podrían valer, por ejemplo, la magnífica ópera Electra de Richard Strauss; o la obra teatral de Eugene O´Neill, A Electra le sienta bien el luto; o el drama Las moscas de Sartre, en la que las Furias  persiguen a Orestes. O la Fedra de Eurípides, que con igual título la recogió el dramaturgo Jean Racine en el siglo XVII; y nuestro Unamuno la revivió en el XX en un drama con ese mismo título. No hace falta traer aquí cuánto han dado de sí, a lo largo de los tiempos, Antígona y Edipo, rey de Tebas.
Y, casualidad, el reciente estreno de la película Maternity blues, basada en una obra teatral de título From Medea, inspirada en el mito de Medea y, más en concreto, en Medea de Eurípides, quien, sea dicho de paso, ofrece, en la figura y en las palabras de Medea, la más descarnada crítica de la situación de la mujer y una defensa firme y clarividente de la condición femenina. Hace 2400 años.
En fin, ahí es, quizá, donde quería llegar, a decir que aquel teatro sigue vivo y que el teatro actual es fruto de aquel tanto en cuanto a contenidos como respecto a la forma. Sólo que el teatro grecolatino clásico, visto en esa casi indestructible unidad de forma y fondo, con aquellos coros que representaban al pueblo, al que convertían en personaje importante de las tragedias, e imprimían, cantando o declamando a una sola voz, una apasionada majestuosidad al espectáculo, digo que aquel teatro era mucho más rico, más participativo, más emotivo, más próximo y hasta más real que el de hoy en día.
Supongo, pues, que es comprensible que tenga por gran honor haber recibido este nombramiento. Ahora bien, reconozco que fue un verdadero placer el de tener la oportunidad de poder colaborar, facilitando lo que fuera preciso, con una iniciativa como la que me presentó, hace ya muchos años, Encarni San Millán. Ahí es nada, un proyecto para representar teatro grecolatino clásico en Bilbao para alumnas y alumnos de Institutos y  preparado por alumnas y alumnos de diferentes Institutos de España. Eso, para una profesor de letras, de Instituto, y que cree que su vocación íntima es la de educador, era francamente sugestivo.
Si a eso añadimos que en aquellos años tenía yo una responsabilidad cultural en Bizkaia, pues, miel sobre hojuelas. Una ocasión de oro para colaborar con una iniciativa que, desde cualquier punto de vista que se contemplara, era altamente provechosa y muy rentable culturalmente para el territorio. En fin, una labor señera y dirigida a los jóvenes. En Bilbao, nada menos que en el magnífico Teatro Arriaga, graciosamente ofrecida por el Ayuntamiento de Bilbao. Y está bien que lo diga yo aquí, que contacté personalmente con su director, Luis Iturri, que se nos fue tan joven, que  aceptó encantado colaborar en el proyecto.
Voy terminando. He dejado para el final manifestar mi más sentido agradecimiento, y así lo hago, en la medida en que me corresponda, a todos los que habéis venido hoy aquí, a este acto de la celebración del décimo aniversario de Prósopon.
Quisiera, no obstante, hacer mención particular de D. Santiago Segura, bilbaíno de pro y preclaro socio de honor de Prósopon, y especialista, si los hay, de la cultura clásica grecolatina, convertido él mismo en maestro clásico de esa cultura, maestro y amigo de cuantos hemos tratado con él y hemos leído y aprendido de sus obras sobre cuanto nos haya podido interesar de las culturas griega y latina.
Y para cerrar mis agradecimientos, quiero manifestar mi gratitud a la ilustre Teniente-Alcalde y Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Bilbao, Dª Ibone Bengoetxea, por cuya presencia en este acto de Prósopon también yo me siento muy honrado. Y gracias al Ayuntamiento y al Alcalde, a los que usted tan bien representa. Eskerrik asko bihotzez.
Gracias a todos.



BILBAO

25 de mayo de 2013

Don Tomás Uribeechevarria, socio de honor de Prósopon

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